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Bajo el grillete de la violencia.
La mujer de Mandela, en el funeral por el taxista mozambiqueño asesinado en Sudáfrica. | Afp
La violencia se hace endémica en Sudáfrica
Imágenes grabadas por un aficionado de la mortal paliza policial a un conductor en Sudáfrica.
"Sudáfrica es una nación furiosa. Estamos al borde de algo muy peligroso y con la posibilidad de no ser capaces de detener la caída. La creciente institucionalización de la violencia ha creado unas fuerzas policiales activamente agresivas hacia un público indefenso. El nivel de ira y agresión está aumentando.
Esta es la expresión de problemas más profundos del pasado que no se han abordado. Tenemos que ser más cautelosos acerca de cómo hacer frente a una sociedad que está sangrando y respirando dolor".
Este duro discurso sobre la realidad social sudafricana habría sido uno más de los muchos que se están escuchando en el país de no ser por la persona que lo realizó.
Graça Machel, la mujer de Nelson Mandela, hizo estas declaraciones cuando fue a presentar sus condolencias a la familia de su compatriota muerto a manos de la Policía por una vejatoria paliza grabada por un videoaficionado que ha dado la vuelta al mundo para volver a meter la imagen de Sudáfrica en el cubo de basura en el que algunos, de dentro y de fuera, se empeñan en hacerla vivir.
Y es que las palabras de Graça, ex mujer del gran mito y libertador de Mozambique, Samora Machel, y ahora esposa del gran mito y libertador metafórico de toda África, Nelson Mandela, se entendieron como superpuestas.
Es decir, la mujer del hombre que inventó Sudáfrica pareciera que hablaba en su boca, esa a la que los achaques y enfermedades obligan casi a usar sólo para respirar. ¿Qué hubiera pasado si esas frases las hubiera pronunciado el propio Mandela?
Lo curioso es que se podía entender en ellas una autocrítica, de las pocas que su marido recibe en Sudáfrica en goteo, cuando habla de "problemas más profundos del pasado que no se han abordado".
Muchos critican a Mandela por no haber hecho una revolución económica que probablemente hubiera conseguido repartir mucho más equitativamente la pobreza, aunque ninguno de los países del entorno que sí la acometieron ha mejorado las pésimas notas en igualdad y prosperidad del injusto pasado.
En general, la advertencia de Graça parecía un bofetón destinado a un Gobierno más preocupado en tapar escándalos de impuestos, ventas de armas y viajes y casas de lujo pagados por sus votantes, que en enderezar una imagen que destroza un país que lleva el lastre de maldito desde los tiempos del apartheid.
Al otro lado, el presidente Jacob Zuma se esforzaba por enseñar la otra cara de la moneda, mucho menos mediática pero tan real como la que se ensaña con el horror.
"Pese a nuestro disgusto por lo ocurrido, no debemos olvidar que la gran mayoría de los 52 millones de sudafricanos son personas bondadosas que respetan la ley", dijo en sede parlamentaria el presidente. "No echemos basura sobre nuestro país", solicitó.
Hay un efecto inmediato entre esa imagen y el desarrollo del país, peses a que el ministerio de Turismo acaba de informar que en 2012 hubo un aumento de llegadas cercano al 10%, las huelgas mineras y la masacre de Marikana le han supuesto a Sudáfrica la pérdida de 1.140 millones de dólares.
"Nuestro país no se puede permitir esa imagen", declaraba uno de los grandes pesos del CNA, Trevor Manuel. "¿Toda esta campaña internacional de autodestrucción (Marikana, Oscar Pistorius, la paliza policial al taxista mozambiqueño... ) veremos si tiene resultados en el turismo en 2013?", apuntan los analistas sudafricanos.
Pero, ¿por qué la imagen de Sudáfrica está tan relacionada con la violencia? "Hay un rastro de las noticias de la BBC en los tiempos del apartheid que no se ha quitado nunca de encima este maravilloso país", explica Jordi, un empresario español relacionado con el turismo al que esta caricatura va destrozando su propio negocio (generalícese a todo el país y a todos los sectores ese perjuicio).
Quizá tenga que ver mucho el mensaje repetido y constante lanzado por una parte de la población blanca sudafricana de estar viviendo una masacre en todos los ámbitos.
Ellos controlan buena parte de los medios de comunicación y la economía del país, por lo que su palabra se convierte también en la palabra internacional de la ahora víctima.
Tras cerca de 20 años de democracia, el Instituto de Estadística sudafricano reconoce que "los blancos tienen ingresos seis veces mayores que los negros pese a ser los segundos casi el 80% de la población". En términos de números brutos, las familias negras tienen 6.990 millones de dólares en sus manos y los blancos 42.250 millones.
Oscar Pistorius y su hermana a la salida del juzgado | Efe
El Medical Research Council afirma que "más del 90% de los fallecidos por violencia son negros". Sin embargo, un estudio revela que los blancos tienen un 50% más de temor y percepción de peligro que ellos.
Pero si la queja económica no es real, pese a haber leyes que son un apartheid invertido, ahora son las empresas las que tienen la obligación de contratar negros y mestizos, el mensaje sí ha calado hondo en el tema de la seguridad.
Los afrikáner llevaron hasta la ONU en 2011 una queja para pedir protección por ser la etnia más "masacrada del mundo". Hablaban de estar en riesgo de desaparecer por las alarmantes muertes de granjeros víctimas de los robos.
Esta misma semana, el padre del atleta Oscar Pistorius hizo unas controvertidas declaraciones, de las que se alejó su propio hijo y familia, en las que afirmaba a un medio británico que su clan tiene un gran arsenal de armas "porque el Gobierno del ANC no protege a los blancos".
El revuelo creado ha servido para poner sobre la mesa algunos datos, no opiniones, sobre la violencia en Sudáfrica.
El semanario 'Mail&Guardian', nada sospechoso de estar con el ANC, publicaba un extenso reportaje donde daba algunas cifras de muertes de blancos y negros en Sudáfrica.
Iba al mismo centro de la diana y explicaba que en Boschkop, donde residía Pistorius, zona blanca, se han reportado 541 casos de serios asaltos en los últimos cinco años. A 10 minutos de allí, en la barriada negra de Mamelodi la cifra sube a 2.840.
Donde se ha traslado Oscar tras pagar la fianza por el asesinato de su novia, Brooklyn, también en Pretoria, el número de personas asesinadas en el último lustro es de 55, mientras que en la cercana barriada negra de Atteridgeville son 258.
Las cifras son del Institute for Security Studies (ISS). Es decir, hay altas cifras de violencia, eso es indiscutible, pero están más proporcionadas por el índice de número de población que por riqueza.
Como dato general, el Medical Research Council afirma que "más del 90% de los fallecidos por violencia son negros". Sin embargo, un estudio revela que los blancos tienen un 50% más de temor y percepción de peligro que ellos.
Tampoco las cifras parecen por tanto confirmar ese componente racial en los crímenes en Sudáfrica que tanto atemoriza a los inversores y turistas occidentales. Por tanto, ¿qué falla en el país del arco iris que bautizara Desmond Tutu?
El propio creador de la obra, Mandela, parece que lo reconoce en boca de su mujer: "Quedan cosas del pasado por resolver, estamos al borde de algo muy peligroso". La pregunta ahora es: ¿el qué?
Fuente: LV/Mail&Guardian Africa
El Muni