El 22 de marzo de cada año conmemoramos el Día Mundial del Agua, un día en el que recordamos la importancia de proteger nuestros recursos de agua dulce.
No nos falta agua en el planeta: más de dos tercios de la superficie terrestre están cubiertos por ella, pero el 97% es agua salada de los mares y océanos. El resto es agua dulce -que se encuentra principalmente en forma de hielo- lo que deja muy poco líquido disponible para uso humano.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible reconocen el agua como elemento fundamental en la lucha para poner fin a la pobreza. El Objetivo 6 reclama el acceso universal al agua potable para el año 2030.
La clave para alcanzar este objetivo es la protección de los lagos de agua dulce del mundo, que se encuentran bajo amenaza como consecuencia de la actividad humana. Hoy echaremos un vistazo a cuatro lagos que se encuentran en peligro, y veremos qué podemos hacer para salvarlos.
El lago Tanganyika es una de las maravillas naturales del mundo y contiene el 17% de toda el agua dulce en la superficie del planeta.
Lo comparten cuatro países limítrofes (Burundi, la República Democrática del Congo, Tanzania y Zambia), lo cual lo convierte en fuente de sustento para más de 10 millones de personas.
Es también un foco crítico de biodiversidad que alberga más de 700 especies de peces que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo.
La región comprende áreas boscosas que son uno de los pocos hábitats restantes para chimpancés y gorilas.
Pero la cuenca del lago es cada vez más vulnerable a los efectos de las actividades humanas, como la deforestación y las prácticas agrícolas y pesqueras insostenibles, las actividades mineras y la contaminación.
Estas amenazas se intensifican debido a los impactos del cambio climático y al rápido crecimiento de la población en la región.
Desde principios de la década de los noventa, el PNUD, con financiación del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), ha venido respaldando la capacidad de los cuatro Gobiernos para administrar y mantener de manera conjunta los recursos del lago Tanganika y su cuenca.
El zumbido que distrae a los turistas que vienen a avistar las aves en las tranquilas aguas del Lago Inle, en Myanmar, no es el sonido de las raras grullas sarus en sus nidos.
Es el sonido de grúas mecánicas sobre barcazas, parte de un plan para salvar el icónico lago birmano de más de 1,5 millones de años de antigüedad.
Esta área, hogar de las últimas poblaciones de raras especies endémicas de aves, peces y diversidad biológica, está al borde de una catástrofe ambiental.
Décadas de prácticas ambientales insostenibles han ocasionado una reducción del área del lago y un aumento de la contaminación.
Los científicos llaman a esto cambio climático ambiental antropogénico, un término que subraya la degradación ambiental causada por la actividad humana.
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El lago Inle se ha reducido en un 38 por ciento en 73 años, y apenas el 38 por ciento del lago permanece abierto para uso general.
Desde 2012, el PNUD ha venido trabajando en el Proyecto de Conservación del Lago Inle, en coordinación con 71 aldeas de la región del lago, la UNESCO y el Ministerio de Conservación del Medio Ambiente y Forestal de Myanmar.
Con financiación de Noruega y Finlandia, el proyecto busca restaurar este antiguo lago de agua dulce y evitar que se siga reduciendo su área.
Con más de 5 millones de años de antigüedad, el lago Prespa, en la ex República Yugoslava de Macedonia, es uno de los más antiguos lagos de agua dulce del mundo.
Su hermosa cuenca (que es, no obstante, ecológicamente frágil) alberga más de 2000 especies de peces, aves, mamíferos y plantas.
Muchas de estas especies son exclusivas de la zona, y entre estas se cuentan una diversidad que corre el peligro de desaparición si no se protege su hábitat.
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Este singular sistema ecológico ha sufrido enormemente durante los últimos 40 años, en particular como resultado de la contaminación causada por prácticas agrícolas insostenibles.
Se han echado muchos miles de toneladas de manzanas podridas en las orillas, y el uso excesivo de pesticidas y fertilizantes ha sido una práctica común en la zona.
En conjunto con la erosión y la introducción de residuos y aguas residuales no tratadas, esta práctica ha dado lugar a un grave deterioro de la salud del lago.
El Proyecto de Restauración del Lago Prespa ha sido creado y ejecutado por el PNUD en colaboración con el municipio de Resen y el Ministerio de Medio Ambiente.
El proyecto es financiado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, y comprende un conjunto integral de medidas para devolver la salud al ecosistema al tiempo que se protegen los medios de subsistencia de los agricultores locales.
Fuente: https://medium.com/@pnud/
Texto: Margaret Egbula, Laurence Lessire, Lei Phyu.
Edición: Bk
El Muni