El padrón provincial adelgazó el año pasado con 230 personas menos, el descenso más leve desde 2012.
El incremento de la población extranjera (durante el año pasado llegaron a Valladolid 1.267 personas procedentes de otros países, el mayor crecimiento desde el inicio de la crisis en 2008) se ha convertido en el principal colchón para aminorar la pérdida demográfica en la provincia.
Las cifras del padrón, publicadas este jueves por el Instituto Nacional de Estadística (INE), certifican que Valladolid perdió tan solo 230 habitantes durante 2018, hasta los 519.444.
Un retroceso inédito en los últimos diez años, ya que, desde 2011, los recortes anuales se cifraban en cientos de personas.
En 2017 fueron 1.456 habitantes menos. En 2016 eran 2.459. El año pasado, apenas una rebaja de 230 vecinos en el padrón.
La provincia sigue en números rojos, motivados sobre todo por un pobre saldo vegetativo (mueren más de los que nacen), pero matizado por dos cuestiones vinculadas con la recuperación económica y del empleo:
llega más población extranjera y hay menos personas que salen de Valladolid hacia otras provincias y países en busca de un trabajo.
La mala noticia es que Valladolid se muestra incapaz de remontar el vuelo por su propia dinámica demográfica.
La provincia está inmersa en un profundo agujero en las cifras de natalidad.
Durante el primer semestre de 2018 (último dato oficial publicado), se registraron 1.701 nacimientos (frente a los 1.777 del mismo periodo de 2017).
En esas mismas fechas hubo 2.590 muertes (fueron 2.687 en 2017). Así, el saldo entre ambos indicadores es negativo.
Mueren más personas de las que nacen (889 en el primer semestre del año pasado). Por esa vía, Valladolid pierde vecinos. Y el problema se acentúa.
El último año del que se disponen cifras completas es 2017. Entonces, hubo 3.675 nacimientos. La provincia bajó de los 4.000 alumbramientos por primera vez desde el año 2002.
Es la cifra de natalidad más baja desde el año 1998. Son números similares a los de la posguerra.
Y la tendencia se mantendrá en los próximos años, ya que ahora empiezan a tener hijos las mujeres nacidas desde mediados de los 80, cuando las cifras de natalidad vivieron otro bache.
El dato más actual dice que las vallisoletanas tienen, de media, 1,19 hijos. La media nacional está en 1,31.
La encuesta de fecundidad, publicada esta misma semana, revela que las mujeres de Castilla y León desearían tener 1,84 hijos.
El 69,19% de las encuestadas en la comunidad afirman que el número de hijos deseados sería dos o más (el 15% dice que ninguno y el 15,7% prefiere hijo único).
Así, la mayor parte de las mujeres tienen menos descendencia de la que desearían. ¿Por qué?
En esa encuesta, el 26,26% aseguran que se ven demasiado jóvenes para criarlos y el 15,68% aluden a no tener pareja (o a que esta no era la adecuada).
El 12,11% manifiestan que no tienen intención de ser madre, pero el 9,79% apuntan a razones económicas y el 9,96%, de conciliación.
La media de edad a la que las mujeres tienen hijos es de 32,64 años. Y en esa misma encuesta de fecundidad, el 31,4% creen que han dado a luz al menos seis años más tarde de lo que hubieran querido o de lo que consideran ideal.
Las cifras más recientes (2017) desvelan que en Valladolid hubo 406 partos (el 11%) con mujeres que ya habían superado los 40 años.
Este batacazo demográfico en la diferencia entre nacimientos y defunciones se compensa con la llegada de población extranjera.
Valladolid recibió el año pasado a 1.267 personas procedentes de otros países, el incremento más importante desde el inicio de la crisis.
El padrón dice que hoy en la provincia viven 24.697 extranjeros (el 4,75% del total).
Imágenes población de Valladolid.- El Muni.
La recuperación económica influye, pero también el incremento de solicitudes de asilo.
Esto se percibe, especialmente, en la población que llega desde América Latina.
La comunidad colombiana ha pasado de 891 a 1.209 integrantes en solo un año.
La venezolana, de 442 a 683. Las ONG que trabajan con población extranjera constatan este cambio en el perfil del inmigrante que llega a Valladolid.
En los años de la crisis era sobre todo población llegada de la Europa del Este que hallaba cobijo en la construcción.
Ahora, además del flujo marroquí, la mayoría procede de América Latina, suele entrar con visado de turista y con nivel educativo medio-alto.
La media de edad de los vallisoletanos de origen foráneo es de 33,95 años. De los que nacieron en España, 46,1.
La media en la provincia: 45,92 años, frente a los 45,6 del año pasado, lo que constata el envejecimiento de la población.
El tramo de edad más numeroso se corresponde con aquellos que nacieron en el mayor pico del 'baby boom', a mediados de los años 70.
Hay en la provincia 44.301 personas entre 40 y 44 años. Si miramos la pirámide de hace dos decenios, en 1999, había 19.785 vecinos con más de 80 años (el 4%). Hoy son 37.234 (el 7,16%).
Hay un tercer aspecto a tener en cuenta, una pérdida absoluta en el movimiento natural (más muertes que nacimientos); una ganancia de población en la llegada de población extranjera...
Y, además, hay que atender a lo que ocurre con los desplazamientos interprovinciales.
La tradicional fuga de jóvenes a otras regiones (sobre todo a Madrid) se ha atemperado con la recuperación económica.
Por ejemplo, hay 36.302 vallisoletanos que viven en la capital de España (eran 36.410 el año pasado).
También ha bajado el número de personas nacidas en Valladolid que residen en Barcelona (de 9.900 a 9.680 en un solo año) o Vizcaya (de 9.059 a 8.849).
Castilla y León es, de nuevo, la comunidad que más población perdió en el último año, con 10.950 habitantes menos (-0,5%), hasta quedarse con 2.398.214 residentes, según los datos del padrón avanzados ayer por el INE, a 1 de enero de 2019.
También perdieron habitantes Extremadura (-5.865 habitantes), Asturias (-5.574), y Galicia (-2.868) , además de Ceuta (-367 habitantes).
El resto de regiones vio incrementar su padrón, que en el conjunto del país creció el 0,6% hasta superar, por primera vez desde 2013, los 47 millones de ciudadanos.
Ese aumento se atribuye, directamente, a la población extranjera.
El número de españoles descendió en 6.186 (el 0,01 %), mientras que el de extranjeros creció en 290.573 (6,1 %).
En Castilla y León, la llegada de población inmigrante (5.500 personas) es incapaz de compensar la pérdida total de población (10.950).
El mayor porcentaje de los habitantes de Castilla y León (el 31%) viven en las cuatro localidades que superan los 100.000 habitantes (Burgos, León, Salamanca y Valladolid, que se queda en 298.420 vecinos), mientras que el 18,4% habita en los 2.006 municipios con menos de mil residentes.
Castilla y León es la comunidad con mayor número de localidades que no llegan a los mil vecinos.
Son 5.002 en España: con 642 en Castilla-La Mancha y 627 en Aragón, por ejemplo.
El consejero de la Presidencia y portavoz de la Junta, José Antonio de Santiago-Juárez, defendió ayer que el reto demográfico sea uno de los ejes que se aborden en la Conferencia de Alcaldes y Presidentes de Diputación que se constituyó ayer, para ir «todos a una» en la adopción de medidas vinculadas con «el apoyo a los jóvenes, a las familias o la integración de inmigrantes».
De Santiago-Juárez destacó que Castilla y León ha registrado la menor reducción de los últimos siete años: «No podemos decir que vaya bien, pero sí que la tendencia se ha corregido».
Francisco Igea (Ciudadanos) vaticinó que la región «se seguirá vaciando si no conseguimos que nuestro campo, industria y agroalimentación dejen aquí todo el valor añadido, y no crecerá si no se logra que las universidades se internacionalicen y la investigación sea motor de desarrollo».
Fernando Manero, catedrático emérito de Geografía de la UVA, aseguró que «la clase política se ha dado cuenta del problema cuando ha empezado a suscitarse el debate desde el mundo rural. Y en periodo electoral, con un cierto oportunismo, cuando es un problema conocido desde hace tiempo».