La impresión, como esa persona que tras tener un sueño recurrente en el que se topa con enorme fortuna, despierta exaltado, eufórico, creyendo que su sueño se hará realidad de un momento a otro.
Así soñamos los guineanos, como si nuestro país fuera a librarse de las garras de la dictadura de Teodoro Obiang de un momento a otro.
De repente, las redes sociales empiezan a calentarse con especulaciones varias...; las cúpulas de los partidos políticos de la oposición democrática, tanto interna como del exilio, empiezan a inundar las redes sociales con comunicados y manifiestos, como heraldos de la inminente buena nueva.
Pasados unos días, cuando todos acabamos dándonos cuenta que los sueños, sueños son -decía Calderón de la Barca-, nada que ver con la irreductible realidad que padecen los pueblos de la Guinea Ecuatorial desde hace casi medio siglo, caemos todos en una especie de sopor, un estado casi catatónico, de desaliento, como si el ánima nos hubiera abandonado a todos.
A decir verdad, como comprenderán lectoras y lectores, nuestro sueño es recurrente, más de lo que le pudiera parecer a cualquier observador externo.
Y es que la gente sueña a menudo con aquellas cosas que ansían en la vida real. Curiosa la dinámica de la vida onírica del guineano desheredado; el sueño que no se hace realidad es posible que se vuelva pesadilla. No cabe duda que estamos entrando en una vertiginosa pesadilla retroalimentada.
A fecha de hoy, algunos guineanos y guineanas sueñan con que algún milagro se operará para evadirnos de esta prisión. Los de Ecualandia vivimos dos cárceles: la macro cárcel al aire libre en Guinea Ecuatorial y la cárcel de nuestra propia impotencia; cientos de miles de almas enclautradas, miles y miles de palomas enjauladas, la tortura del silencio impuesto, la libertad de expresión secuestrada.
Cuando despabila el guineano de sus ensoñaciones, después de un tiempo, vuelve a la realidad desnuda; entonces, le atrapa y le absorbe una depresión de elefante. Se apaga la euforia, mientras la resignación comienza a laminar las ilusiones y las esperanzas.
En esta última fase, el polo de la exaltación contenida se nubla y se deprime.
En las redes sociales, entre tanto, los activistas guineanos, de entre ellos, yo, empezamos a llenar las páginas en las redes sociales con cuestiones insustanciales para salir de paso a falta de una perspectiva que ilusione.
La pregunta de las preguntas: ¿hasta cuándo durará esta fase depresiva, antes de que aflore de nuevo la eufórica? ¿Cuándo tocaremos fondo definitivamente?
Lo pregunto porque, según lo veo, antes de fin del milenio, volveremos a vernos inmersos en más de un episodio de exaltación transitoria como de costumbre, una euforia ilusa, acompañada de comunicados y manifiestos de partidos de la oposición, mientras los pueblos guineanos sigan vegetando.
Bk
El Muni.