En la gastronomía fang existe un repertorio no escrito de productos cuyo consumo está vetado a mujeres y a menores de edad, prohibiciones defendidas con argumentos sui géneris que auguran males y afecciones para quienes están llamados a no transgredir la costumbre.
El listado no escrito de dichos productos vetados a mujeres y niños incluye carne de animales de caza, pescados, moluscos, reptiles y aves silvestres.
Imágenes del caracol gigante de Guinea Ecuatorial.- El Muni.
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Las costumbres fang determinan qué deben o no deben comer mujeres y aniños frente al hombre adulto, a quien le está permitido todo en la mesa, el derecho a tomarse el primer bocado. Estoy hablando de los privilegios que las tradiciones fang le han otorgado desde hace siglos: al marido, al padre, al suegro, al abuelo, al tío, a los notables de la comunidad, a las autoridades civiles, militares, como a la gerarquía eclesiástica...)
Es como una especie de protocolo, una deferencia hacia la persona mayor, el varón adulto, si bien es cierto que en la cultura fang el respeto a los mayores es un valor hasta cierto punto irrenunciable.
Para los productos alimenticios autorizados, como aves de coral, animales de caza o de crianza, etc, las mujeres y los menores pueden comerse determinadas partes, mientras otras las tienen totalmente prohibidas.
No sé desde cuándo la nación fang ideó todas esas prohibiciones contra sus féminas y sus pupilos; yo, desde luego, no puedo precisar ni determinar la datación de este repertorio de prohibiciones ni cuál era el propósito que perseguían nuestros antepasados con esos vetos a la mujer y a los niños en cuanto a comer según qué.
Como dice mi tío Jesús Bacale, el pueblo fang destila más machismo que la Santa Biblia, y yo estoy totalmente de acuerdo con mi tío.
A mis oídos llegó una anécdota: un patriarca de la Guinea Ecuatorial llegó a Madrid en viaje de visita familiar. El hombre venía a visitar a sus hijas residentes en la capital de España.
Según es preceptivo en las costumbres y tradiciones fang, y por deferencia a un padre, a un huesped o visitante de entidad, a una persona mayor de cuyo respeto no se puede soslayar, dentro de la idiosincrasia fang, se le tiene que hacer una comida especial, a ser posible un banquete.
Como de un derecho adquirido se tratara y sin saber cuándo fue establecido tal derecho, en la mesa donde es comensal el notable, el dignatario, un padre, el marido, el hermano mayor, el adulto varón de mayor edad, la autoridad eclesiástica, civil o miliatar, nadie puede tomarse el primer bocado.
Algunos productos de la gastronomía fang.- El Muni.
Las hijas del patriarca visitante se dipusieron a hacer la compra. Con mucho ajetreo, terminaron de preparar el banquete. La sorpresa que se llevó el padre fue que cuando sus hijas lo invitaron a la mesa el hombre se encontró, entre otros platos, con mollejas de pollo en cantidades industriales...
Aquella escena le impactó tanto al patriarca que sufrió arcadas y no pudo sentarse a la mesa. Nunca en su vida había visto mollejas de pollo en semejante cantidad; le pareció una falta de respeto y de consideración en toda regla, puesto que la molleja no un manjar que se comparte con el resto de comensales cuando preside la mesa un hombre de mayor edad.
¿Cómo diablos se les ocurrió a sus hijas ponerle a compartir mollejas con sus nietos y nietas, sin contar el resto de comensales en torno a la mesa?
Resumiendo: hace mucho tiempo el hombre fang se agenció unas normas y prohibiciones que privan a la mujer y a los niños de los mejores productos alimenticios de su gastronomía; ¿por qué razón? A mí no se me ocurre otra respuesta que no sea el machismo en toda su crudeza.
Para entendernos, tratemos de plantearnos lo siguiente: en una aldea fang, las plagas en las plantaciones, la escasez de precipitaciones han sido tan insistentes que las cosechas se vieron mermadas a niveles solo testimoniales.
En la misma línea, ni los tramperos cazadores ni las pescadoras y pescadores capturan piezas suficientes para alimentar a sus familias.
Un buen día, vuelve una madre de familia de la pesca, y lo único que pudo capturar, casualmente, ha sido cinco kilos y medio de siluros, pescado que las tradiciones y costumbres de su pueblo le prohiben consumir...
Veamos, ¿de qué va a comer esta mujer si no puede consumir ni el pescado de su propia cosecha porque el hombre fang se la prohibe? Y si hubiese sido una perdiz, ni los niños ni las mujeres podrían comérsela.
La cuestión es: con independencia de que esta práctica exista en otras latitudes, ¿qué comunidad le mataría de hambre a sus mujeres por vetarlas al consumo de determinados productos cárnicos, pesqueros y avícolas...?
Respuesta: El pueblo fang.
Si alguien tiene algún punto de vista distinto a la visión del problema que ofrece este artículo, que no dude en exponerlo.
Idea / Edición: Bk
El Muni