La parte que me correspondió, creí haberla cumplido; o sea, decírselo.
¿Cómo iba yo a vivir sin habérselo dicho?
¿Cómo iba yo a saber que no debía decírselo si no se lo decía?
Entonces me cuestioné: ¿cómo iba yo a sortear los caminos del devenir junto a ella si no se lo decía?
Digamos, digo yo; si no se lo dije bien dicho, debería intentar volver a decírselo.
No vale con decir las cosas si no las decimos bien, y no importa que el oído de la persona oyente sea poco fino si el emisor es deficiente; en fin, si ése fuera el caso...; pero, por fortuna, ese no era el caso.
Con toda la delicadeza del mundo, procuré decírselo por epístolas, por octavillas, por notas en clave, por telegramas, por corréo ordinario, por correo certificado.
Lo intenté por electrónico; se lo dije mediante palomas mensajeras y por fax; se lo dije con las intermitencias del faro de Puerto Iradier; WhatsApp me llegó intentando yo decírselo.
Mesesenger se puso de mi parte cuando se lo dije. Nunca tuve tantas ganas por decirle lo que siempre la quise decir, y se lo dije.
Por todos los dioses que se lo dije...
¿Se lo digo otra vez? Pues sí, las que hagan falta, hasta el final de los tiempos, porque la quiero.
Bk
El Muni