Desde hace varios años, la localidad de Zaguiéta, distrito de Bouaflé, registra muertes extrañas; la familia Zaté es la que más especialmente se ha visto afectada. La causa acaba de conocerse: brujería.
De hecho, las fuentes señalan que recientemente la señora Zaté Lou acudió a una iglesia del pueblo, no para participar en el culto. Ella iba a quejarse ante los responsables del establecimiento religioso porque sus ruidosas oraciones perturbaban su tranquilidad.
Después, la mujer dio media vuelta sobre sí misma para regresar a su casa, maldiciendo, pues no la hacían ni caso. En lugar de prestar atención y escuchar con sosiego las quejas de la señora, el pastor Culé Blaise, quien juzgaba a la señora Zaté Lou como una mujer muy rara, ordenó a sus feligreses persistir en su atronadora oración.
Estos últimos reanudaron en notable alboroto sus cantos, con una intensa alabanza a la gloria del Señor. A partir de ahí, de repente, como si la hubieran quebrado, la señora Zaté Lou volvió a entrar en la iglesia y se encontró retorciéndose en el suelo.
Luego entró en trance, y mientras se encontraba en ese estado de trance comenzó a hacer revelaciones inquietantes. Dijo que era una bruja formidable, cuyo principal objetivo era hacerse con la cúpula de la Hermandad que alteraba su tranquilidad en los próximos meses.
Indicó que en su turbación, era ella la responsable de la impotencia sexual de su propio hijo, un comprador de productos agrícolas, así como la causante de sus dificultades financieras.
Siguiendo con su inmunda letanía, la hechicera confesó haber matado a su hermano menor, Placide, y a su mujer Augustine. «La primera con quien acabé fue Augustine, porque ella me impedía apoderarme del alma de mi hermano pequeño».
«Y cuando ya la dejé enferma, en ese momento, me resultó mucho más fácil alcanzar a mi hermano pequeño, y le di de lleno, ahí donde hacía falta. Ambos murieron en el mismo mes. Hoy, tengo un poder oculto importante», confiesa la mujer.
Este poder oculto, dice ella, le permite comunicarse con el mango que crece en su patio y llevar a cabo, junto con los animales del pueblo, sus confidentes, los sacrificios humanos que percisa.