Las dos mujeres rivales le propinaron una paliza al sacerdote hechicero en la localidad de Dolisie, República del Congo, por haberlas vendido el mismo hechizo. El echicero se dirigió entonces a la comisaría para presentar una denuncia por agresión.
Las dos mujeres, esposas de un hombre muy rico, tenían la costumbre de visitar al hechicero sin darse cuenta que acudían al mismo charlatán.
En su última visita cada una estaba muy pendiente de asegurarse el mejor servicio del brujo, a fin de obtener un producto único que aplicar al marido, de modo que fuera la única en capturar su atención y sea la más querida por el marido.
Aconsejadas las dos por su hechicero, después de haber seguido los mismos procedimientos consistentes básicamente en poner el preparado en la comida y la toalla de baño del marido, no obtuvieron ningún resultado favorables a sus intereses, ni fiebre tuvo el marido.
Éste seguía igual o más indiferente a los requerimientos de más atenciones de sus dos esposas, o bien siguió queriéndolas indistintamente de igual manera.