LLevarme a casa cuando me muera.
Huyendo de las penurias en Ecualandia, la mujer recaló en España, a finales de la década de los 80, cuando la tersura de su rostro aún podía deslumbrar incluso al mismísimo don Juan.
La ecualandesa ya llevaba 36 años en tierras europeas. Se había dejado la piel procurando el sustento de los suyos; pero, ya presintiendo el ocaso de sus días en este mundo de batracios y mamandurias, la anciana ecualandesa convoca a todas sus hijas, y dice: os he hecho llamar para deciros que cuando me muera, quiero ser enterrada en mi tierra, en Ecualandia.
Las hijas todavía vevían con buena salud a la anciana madre, y tanto que la noticia supuso para ellas un fuerte impacto emocional, el que màma empezara a despedirse de aquél modo, delante de todos sus nietos, mirase como se mirase, no era nada asumible.
De repente, salió uno de sus nietos, chaval nacido y crecido en España, acostumbrado a decir cosas; el muchacho le espeta a su abuelica:
- Yaya, estás a tiempo; súbete ya al avión para Ecualandia mientras tenga yo trabajo, te pago el billete, que después del verano me despiden.
Bk
El Muni