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El Muni

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Citas de madrugada 42.

Publicado por Bokung Ondo Akum in Narraciones romanticas

Citas de madrugada  42.

 

Como el dedo y su uña, siempre juntos; estaban en la cocina preparando la cena, cuando él preguntó:

 

- Cariño, ¿has pensado alguna vez qué sería de nosotros si uno de los dos faltara?

 

- Qué cosas piensas, mi vida -repuso ella-. Eso no tiene por qué ocurrir -siguió diciendo-; quieran los dioses que no sucedad una desgracia de esa magnitud...

 

- Yo sí pienso en esas cosas, y me torturo cuando entro en ese limbo de las elucubraciones difíciles. A veces, mi niña, cuando te ausentas, me entran escalofríos; la ansiedad se adueña de mí tanto que pierdo el apetito. Te cuento una historia -agregó-:

Citas de madrugada  42.

 

Una vez hubo un árbol  frente a mi casa. En ese árbol había un nido. El nido era propiedad de una parejita de palomas.

 

Fíjate en las cosas que nos pasan desapercibidas, cosas que ocurren a la vista de todos y no las vemos porque el ser humano está más preocupado por su devenir.

 

Un día de aquellos, me dio por asomarme a la ventana. Era verano y quería refrescarme con el aire exterior. Luego, sin proponérmelo, observé durante un buen rato la rutina de esas dos palomas: arrancaban el vuelo juntas en busca de ramas para su hogar.

 

Esa parejita volvía, una junto a la otra, y se posaba en la rama de su árbol a la par, como si aquello fuera una coreografía acrobática. Luego, juntitas se dirigían al emplazamiento de su nido.

 

No hubo día que no las viera juntas. Sus juegos se parecía mucho al "corre que te pillo". Supongo que era la hembra la que amagaba por volar; acto seguido, su pareja iba tras ella hasta que la pillaba y se entregaban a sus caricias y arrumacos con sus picos. Dos animales maravillosos de esbeltos cuellos y plumaje sedoso.

 

Esas dos palomas eran inseparables hasta que tuvieron su primera nidada. Fue entonces cuando ya le veía al macho levantar el vuelo sin su amada. El macho volvía al nido siempre con alguna mosca en el pico. A penas se posaba en la rama, su hembra alargaba su esbelto cuello para recibir con el pico el obsequio que le traía su chico.

 

Cuando los pichones rompieron sus cáscaras, la pareja empezo a tunarse entre la búsqueda de alimento y el cuidado de su prole; no dejaban sus juegos ni porque tuvieran crias.

 

No obstante, con toda la buena vida de la que disfrutaba la pareja, tuvo lugar una tragedia: un muchacho con una escopeta de perdigones cazó a una de las palomas. Yo llegaba a mi casa cuando uno de mis hermanos me lo comunicó.

 

Cariño, te puedo asegurar que la noticia me sumió en una profunda tristeza. El mundo se nubló a mi alrededor solo por persar en la soledad que un hombre le había obligado a vivir a aquella pobre paloma. En los sucesivos días, el ajetreo del que hacían gala las dos palomas en las inmediaciones de su nido había desaparecido.

 

Cuando vi que el nido había caído al suelo al paso de un vierto fuerte, deduje de inmediato que la paloma superviviente ya no estaba en el árbol para cuidad del hogar que compartiera en tiempos con su pareja.

Citas de madrugada  42.

 

 

 

Si en los animales existe el concepto felicidad, mi niña, te diría que esa paloma, con razón, ya no podía seguir en ese árbol; pues, su felicidad se había truncado el día que un hombre cercenó la vida de su amado.

 

Cariño, ¿te imaginas una desgracia de ese tipo irrumpir en la vida de un ser humano...?, ¿qué sería de esa persona?

 

Entiéndeme, mi vida; no estoy presagiando para nada tamaña desgracia en nuestras vidas. Te quiero tanto que no sabría apañármelas si me faltaras; es más probable que huya del mundo como se fue aquella paloma sin dejar rastro, y tanto fue así que incluso el nido que compartiera con su pareja también desapareció del árbol.

 

- Cariño -al fin dijo ella-, por favor, no me asustes, dame un beso... Debes liberar tu mente para mí,  vivir conmigo el amor que sientes por mí. Por favor, mi niño, vive conmigo ahora, te necesito ahora; no vivas en el futuro porque yo te quiero aquí y ahora. Quiero ser tuya aquí y ahora. De momento, olvídate del futuro, que allá iremos juntos.

 

- No te preocupes, cariño -repuso él en tono tranquilizador-; te agradezco el consejo, de corazón. No entiendo de muchas cosas, solo sé que te quiero, que te necesito; quiero envejecer a tu lado.

 

Mientras intercambiaban esas palabras de amor, a los dos se les nublaron los ojos. Él se acercó a ella, la atrajo hacia sí y se fundieron en un tierno abrazo. Ella le obsequió su mirada, él se hundió en ella. Un trueno retumbó en la planicie al tiempo que un chaparrón empezaba a martillear el tejado.

 

Entonces el mundo hubo solo dos solitarios habitantes, él y ella. El día y la noche les parecieron indiferentes cuando sus almas partieron hacia el horizonte del devenir.

 

 

 

 

 

Bk.