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El Muni

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Hassiba Boulmerka, vencedora de rivales y credos que desafió al Islam y ha vivido para contarlo.

Publicado por Bokung Ondo Akum in Deportes-Atletismo

La Habana.

 

 

Cuando la corredora argelina Hassiba Boulmerka cruzó la línea de meta en el estadio barcelonés de Montjuic, hace 24 años, para coronarse campeona olímpica, algunos fundamentalistas islámicos la hubieran matado a placer.

 

Hassiba Boulmerka, vencedora de rivales y credos que desafió al Islam y ha vivido para contarlo.

 

Pero contra el radicalismo conservador de quienes odiaban a aquella mujer que se atrevía a mostrar brazos, piernas y rostro ante miles de de mujeres y hombres  desconocidos, se alzó la admiración de quienes aman el deporte por encima de cualquier credo o tabú.

 

Aquella noche de agosto de 1992, Boulmerka, con el rostro desfigurado por el esfuerzo físico, vencía en la pista y en la vida; la ovación general premió su tesón.

 

Nacida el 10 de julio del convulso 1968, en Argelia, la entonces pequeña Hassiba comenzó sus andares por el mundo del atletismo en las carreras de 800 y 1.500 metros lisos.

 

Imágenes de Hassiba Boulmerka, la mujer que plantó cara al Islam por su sueño.- El Muni.
Imágenes de Hassiba Boulmerka, la mujer que plantó cara al Islam por su sueño.- El Muni.
Imágenes de Hassiba Boulmerka, la mujer que plantó cara al Islam por su sueño.- El Muni.
Imágenes de Hassiba Boulmerka, la mujer que plantó cara al Islam por su sueño.- El Muni.
Imágenes de Hassiba Boulmerka, la mujer que plantó cara al Islam por su sueño.- El Muni.
Imágenes de Hassiba Boulmerka, la mujer que plantó cara al Islam por su sueño.- El Muni.

Imágenes de Hassiba Boulmerka, la mujer que plantó cara al Islam por su sueño.- El Muni.

 

Aquél entonces triumfaba en los campeonatos regionales y otros torneos nacionales, aunque muchos la subestimaron.

 

Sobre ella pesaba además, como la espada de Damócles, el vivir en una sociedad que relegaba a las mujeres a un plano de puro servilismo.

 

Contra ese estigma, Boulmerka decidió aferrarse a su pasión deportiva y en 1988 compitió en los Juegos Olímpicos que organizó la capital sudcoreana.

 

Verde todavía en su área deportiva, fue eliminada rápidamente en la primera ronda clasificatoria de sus especialidades.

 

Pero su dedicación pronto comenzó a rendir frutos, poco a poco, hasta su eclosión en 1991. Su primer gran triunfo lo obtuvo en la prueba de 800 metros durante la Gala Dorada celebrada en Roma, en noviembre de ese año.

 

Apenas un mes más tarde compitió en el Campeonato Mundial de Tokio, donde sorprendió a todos con un remate sorprendente en el tramo final de los mil 500 metros, para convertirse en la primera africana que ganaba un título mundial en esa categoría.

 

Aunque sus compatriotas comenzaron a mirarla con mejores ojos e, incluso, a seguir de cerca su trayectoria para celebrar los éxitos de la atleta, ciertos grupos musulmanes aún la molestaban por su "atrevimiento".

 

La presión de los fundamentalistas la obligó a mudarse a Europa para entrenar, sumando un nuevo factor estresante a su preparación: la lejanía de la Patria y de su familia.

 

Pese a ello, muchos la consideraban una heroína de Argelia, por su valor para defender su pasión por encima de lastres históricos, religiosos y tradicionales.

 

Las mujeres que en su país abogaban por romper las cadenas del patriarcado prácticamente la veneraban.

 

Así llegaron los Juegos Olímpicos en la Ciudad Condal. En la memoria de Hassiba batallaban los recuerdos de su fracaso cuatro años antes y la certeza casi mística de que podía sorprender una vez más, como hiciera en la capital nipona.

 

En la final, la rusa Lyudmila Rogacheva arrancó dispuesta a llevarse los laureles. A su paso, los voluntarios se quedaban estupefactos y el público aplaudía a rabiar. Todas las contrincantes se rezagaban cada vez más... menos Boulmerka.

 

A 200 metros de la línea final de la meta, la argelina se embaló. Repitió la estrategia de Tokio. Ya sin su ritmo inicial, Rogacheva sentía a sus espaldas la respiración de su rival y poco después la distinguió a su lado, hasta verle la espalda por completo.

El público deliraba. Por primera vez cuatro mujeres bajaban de los cuatro minutos en las tres vueltas y media al óvalo atlético...

 

Después del éxtasis olímpico, la carrera de Boulmerka comenzó a declinar.

 

Quedó tercera en el Mundial de Stuttgart 1993 y ganó el oro en Gotemburg, dos años más tarde.

 

Cuando se preparaba para los Juegos del Centenario, en Atlanta, se lesionó el tobillo.

 

A su retiro, en 1997, Boulmerka ingresó, elegida directamente, a la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Internacional.

 

Ella aprecia como pocos las necesidades de un deportista. Será porque se las negaron siempre...

 

 

 

Fuente: cmv@prensa-latina.cu
Edición: Bk

 

 

 

 

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