Como pétalos de una rosa, tus labios sin pintar; me invitan a besos todos los días, mientras tu mirada en mí se posa como la luz de la vida. Se abre tu mirada a mí, esos ojazos color tanganika, me absorben cuales remolinos inevitables.
Viajan mis nudillos entre los fértiles valles y las exuberantes hondonadas en tu geografía de mujer, eterno anhelo del amado enamorado; de las cervicales a las caderas, recorro tu espalda a besines cual navegante surcando el cauce del Muni.
De tu ombligo el néctar de la vida bebo como elixir para mi eterna juventud, solo para amarte hasta la eternidad.
Cogidos de la mano, caminamos hacia el horizonte infinito bajo la bóveda arbórea que nos cobija al son del canto de los pajarillos que parecen alabar lo que nos sentimos.
¿Qué puedo hacer en la vida sin ti, amor, que en ti se condensan mis deseos, habidos y por haber?
Esta noche duermo entre las fragancias del tierno abrazo de una mujer, tú.
Bk