Françoise Ellong nació en Camerún pero se formó en Francia e Inglaterra.
Su primer largometraje, W.A.K.A, transcurre en Camerún donde una mujer cae en la prostitución para intentar sacar a su hijo adelante.
“Hice la película para contestarme a una pregunta que me hice tras escuchar un comentario. ¿Qué significa ser una buena madre?
¿Hay algún manual que lo explique? Esa es la pregunta que me planteé y creé la historia de esta mujer, colocándola en una situación socialmente degradante: ¿es una buena madre porque cuida a su hijo o es ya mala madre por ser una prostituta?”.
Cine de la diáspora
Ellong vive actualmente en Francia. Sonríe al recordar cómo quedaba fascinada con los extravagantes relatos que le contaba su abuela en su Camerún natal.
“Yo lo que quiero es contar historias originales. Mi película es de Camerún porque el contexto es de Camerún pero no creo que exista de verdad un cine africano o europeo”, dice Ellong que, sin embargo, tras realizar varios cortos en Europa quiso dar el salto al largometraje en su país de origen.
“Mi primera idea fue hacerlo en Francia pero luego pensé que el primer largometraje era un paso crucial para una joven directora y que sería importante darlo cerca de mi primer paso, en mi primera tierra”, explica la cineasta, orgullosa de su doble cultura.
“Estoy a gusto en Camerún y a gusto en Francia. Para mí es una bendición”, dice.
El caso de Françoise Ellong no es excepcional. En las muestras sobre cine africano es habitual encontrar que muchas de las mejores películas son producto de la diáspora, —muy a menudo en coproducciones francesas—. “Se trata de algo normal porque para ser director de cine uno necesita formarse y rodar, para lo que se necesita un equipo.
En África no es fácil conseguir esa conjunción de personas para sacar adelante un proyecto. Además, los países europeos aportan muchas veces más financiación a las películas africanas que los propios africanos, lo que no quiere decir que en Europa no sea muy difícil conseguir todo esto”, explica Guadalupe Arensburg.