La caída de los precios del petróleo afecta de manera desigual a los países africanos. Para el grupo de productores de la región subsahariana (Nigeria, Angola, Guinea Ecuatorial y Gabón, principalmente) y para los del Norte (Argelia, Egipto, Libia y Sudán), la bajada del precio de crudo supone un duro golpe por la consiguiente reducción de entrada de divisas en sus economías.
A diferencia de las naciones del Golfo Pérsico, con reservas en divisas de 1,5 billones de dólares, los estados africanos no cuentan con la misma disponibilidad de moneda extranjera, lo cual supone un obstáculo añadido a la hora de afrontar la crisis de precios.
Nigeria, por ejemplo, según informa MISNA, depende en un 80% de las exportaciones de crudo, y su moneda, el naira, ha perdido más de un 15% de su valor desde que el barril pasó de 107 a 70 dólares.
Dicha disminución de ingresos para la economía del país tendrá un efecto negativo sobre todo en los sectores más vulnerables de la población, en cuanto a la cobertura de sus necesidades básicas, como la alimentación, educación y sanidad.
Sin embargo, para la mayoría de los países africanos, dependientes de las importaciones de petróleo, un coste menor del carburante supone alimentos más asequibles, con el consiguiente beneficio para los ciudadanos y para la seguridad alimentaria de las naciones.
Según Shenggen Fan, director general del Instituto Internacional de Investigación en Política alimentaria, el ahorro que supone un crudo más económico podría favorecer una mejora en los servicios sociales en estos países si los gobiernos invierten el inesperado descuento en la factura energética.