Las autoridades de EE.UU. detienen a dos personas por su presunta participación en el reciente intento de alborada en el país africano.
Tras más de dos décadas de liderazgo ininterrumpido, en Gambia, el año terminaba con ruido de sables: El pasado 30 de diciembre, un grupo de militares intentaba un golpe de Estado en el país africano mientras el presidente, Yahya Jammeh, se encontraba en el extranjero.
Entonces, los amotinados atacaron el Parlamento y un cuartel militar en el puente de Denton, que conecta la ciudad con el resto del país, aunque la asonada fue finalmente repelida por fuerzas leales al presidente. En el enfrentamiento en las calles de la capital, Banjul, al menos 4 personas perdieron la vida.
Ahora, más de una semana después, las primeras luces del nuevo año comienzan a remover la neblina que entonces acompañó a la algarada. En los últimos días, las autoridades de Estados Unidos detenían a dos residentes en el país -Cherno Njie, de 57 años, y Papa Faal, de 46,- por su presunto papel en la sublevación.
«Están acusados de conspirar para llevar a cabo el derrocamiento violento de un gobierno extranjero, en violación de la ley estadounidense», aseguraba el fiscal general, Eric Holder, en un comunicado.
Alejados de cualquier sospecha vecinal, ambos presuntos golpistas llevaban, no obstante, una tranquila vida en la diáspora. Mientras que Faal había servido durante años en la fuerza aérea estadounidense, Njie era, a todos ojos, un simple hombre de negocios.
En este sentido, el pasado mes de noviembre, Njie había participado como orador invitado en una reunión celebrada por un foro de negocios de Texas. El título de su charla, dirigido a la comunidad gambiana, no podía ser más curioso: «Cómo poseer y administrar un negocio exitoso en los EE.UU».
Pretender eternizarse en el poder mientras tus gentes padece hambre y tú en la opulencia es, sencillamente, una monstruosidad. (Opinión del bloguero)
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Solo en el periodo 1952-2000, al menos 85 intentonas golpistas resultaron exitosas en el continente africano. Para entender esta tendencia, según un reciente estudio de la Royal African Society, tres elementos resultan indispensables:
Primero, las frecuentes implicaciones políticas del Ejército, que desde el colonialismo se ha convertido en un agente de cambio gubernamental.
Segundo, la gran desconexión existente entre lo que los Gobiernos central representa y las aflicciones cotidianas de sus poblaciónes.
Como resultado, la gente no suele invertir en la supervivencia de sus líderes.
Y por último, la total dependencia de las fuerzas policiales hacia la figura estatal. Es por ello, que la policía no duda en disparar a manifestantes desarmados con fuego real para cerrar cualquier tipo de disidencia.
No obstante, los pronunciamientos actuales son más propensos a terminar, por lo menos, en procesos electorales semi-democráticos.
En esto destaca el ejemplo de Níger, donde las fuerzas militares intervinieron en 2010 para «reiniciar» la democracia civil, luego de que el presidente Mamadou Tandja manipulara la constitución para mantenerse en el poder.
Pero si en algo coinciden la mayoría de autores es que, para frenar la persistencia de los golpes de Estado, así como las distorsiones provocadas por el simple temor a nuevos pronunciamientos, es necesario realizar una profunda reforma económica (más que política) en estos países.
Los cifras no engañan. Según datos del Fondo Monetario Internacional, la actual renta per capita de Gambia y Burkina Faso (últimos países donde se han producido intentonas golpistas) es de apenas 453 y 711 dólares anuales, respectivamente.
Golpe de Estado en Gambia: los estadounidenses Papa Faal, Cherno Njie acusado de intentar derrocar al presidente Yahya Jammeh.
El Muni
Bk.