La historia tiene lugar en Cameroun. Christelle, una mujer de 27 años de edad, desde hacía un tiempo sospechaba que su marido tenía una relación extraconyugal.
Intuitivamente, creía que había una mujer que distraía seriamente a su marido, de manera que éste último ya no prestaba atención a su hogar.
El marido había cogido el hábito de regresar tarde a casa. Para justificarse decía que el puesto de responsabilidad al que acababa de ser ascendido en el trabajo le absorbía mucho.
También llegó a justificar sus retrasos en volver a casa porque quedaba en tomarse una copa con sus colegas de trabajo.
Estas razones dadas por el hombre para justificar sus retornos tardíos a casa pueden ser aceptables, ya que puede entenderse que el hombre llega tarde a casa debido al volumen de trabajo que debe verificar; más aun, porque se regala un momento de relax con sus compañeros de trabajo, después de una jornada de trabajo tan rigurosa y exigente del que casi ha batido el récord en toda la mañana.
La pertinencia de las razones dadas por el hombre llevaron a la mujer a retractarse, pero siempre con el ojo atento sobre las acciones de su marido. Además, la mujer debía creer a su marido porque no tenía pruebas de su infidelidad.
Pero la gota de agua desbordó el vaso la noche en que su marido llegó a casa con un lápiz labial rojo en el cuello de la camisa y una factura de hotel entre sus ropas.
A partir de ese descubrimiento, la mujer llegó a la conclusión de que su marido le era infiel y ella no podía seguir viviendo con él. Esta mujer ha dejado a su marido.
La factura de un hotel entre las cosas del hombre, el lápiz labial rojo en el cuello de la camisa, ¿serían bastantes pruebas como para tomar a ese hombre por infiel y dejarlo?
Es solo una pregunta que pueden responder las lectoras y los lectores si quieren.