En esta primera parte solo abordo los cuatro primeros títulos.
VI.
África, antes del reparto colonial, 1885.
I.
Uno de los errores e injusticias más flagrantes -y digo flagrantes porque las antiguas metrópolis siguen alimentando el tribalismo africano a fecha de hoy sosteniendo gobiernos tribales en el poder, desatendiendo deliberadamente por sus propios intereses las ansias de libertad de nuestros pueblos-, que cometieron los colonizadores europeos con el continente africano es habérselo repartido antendiendo única y exclusivamente sus prioridades en la explotación de recursos como hasta ahora, y en ningún caso se fijaron en la circunstancia o en el hecho de la cohesión interna entre los pueblos, totalmente diferentes unos de otros en los modos de hacer y de realizarse a pesar de sus afinidades antropomórficas.
Y es que esa gente nos invadieron y aun no han asumido su responsabilidad en lo que supuso frenar a todo un continente en su proceso interno de tranformación: transformaciones tanto sociopolíticas, económicas como científicas. Es más, siguen, a fecha de hoy, empeñados en relegar a África al desconocimiento del resto del mundo.
El único interés que le vincula Occidente a África es el devastador expolio de sus recursos.
Nadie se ha disculpado. Ninguna de las potencias colonizadoras ha reconocido públicamente su implicación en la destrucción de la nación africana.
Nos encontramos pues con que pueblos que tenían poca o ninguna afinidad les metieron en un mismo saco, si bien es cierto que tampoco hubiera sido viable hacer del continente africano un mosaico de diminutos estados-nación solo por pretender mantener su "pureza" a fin de evitar, para el futuro, fricciones y conflictos por contacto entre tribus, clanes o etnias poco afines entre sí, o dominantes unos sobre otros; preocupación que por otra parte, le traía al fresco al colono, lo cierto es que se lo repartieron a su antojo sin ningún respeto al por qué ni el cómo estaban distribuidas las poblciones.
Podría cualquiera hacerse la pregunta: ¿por qué los catalanes, los vascos, los corsos o los cicilianos conforman nacionalidades y no grupos étnicos? ¿Por qué los bubis, los masai, los yorubas, los zoulús o los calabares son grupos tribales o étnicos y no nacionalidades? ¿Qué tiene de nación un grupo humano que no constituye un estado propio y qué lo diferencia de una etnia?
África, antes y después de la expansión imperialista
1885 1914
En la Conferencia de Berlin de 1885, las pontencias europeas del momento deciden el reparto de África. Durante dicho proceso, al supeditar la componente "unidad tribal" a la extensión territorial cuyo interés no residía más que en el exógeno colono, se le plantea al africano un problema del que no estaba preparado: asumir las diferencias étnicas o tribales para conformar el Estado-Nación.
Más adelante hablaré del caso objeto de este artículo: Guinea Ecuatorial. No se trata de hecerle ascos a mi país, sino describir constataciones personales mías y de terceros.
II. Algunos imperios africanos.
Los soninké fundaron el imperio de Ghana en el siglo VIII. Aunque probablemente descendientes de los bereberes, los soninké eran una etnia negra mandinga de la región de Mandé, entre las cuencas de los ríos Senegal y Níger. Debido a la estabilidad política que los soninké consiguieron durante casi tres siglos, Ghana era un imperio próspero, que supo aprovechar su situación de encrucijada entre el mundo Mediterráneo y las selvas del sur.
Sundiata Feita es considerado el fundador del segundo gran imperio de África occidental. En 1235, al frente de un ejército formado por otros doce reyes que se le habían unido, logró derrocar a Sumaworo, el rey que había intentado previamente reunificar el gran imperio de Ghana.
Sonni Ali Ber, llamado también el Grande o el Dali, “el más alto”, volverá a integrar los distintos reinos del antiguo imperio maliense, más otros nuevos que incorporará, llegando a fundar un nuevo imperio, según algunos autores tan extenso e importante como el de Carlomagno, en tan solo veinticinco años (1468 a 1492).
La primera de sus conquistas importantes fue la ciudad de Tombuctú en 1468 a la que siguió Djenné (1475) para más tarde incorporar los reinos de Macina, Gruma y parte de los de Mossi y el país Dogón. Con el cambio de la dinastía de Sonni Ali Ber por la de los Askia, el imperio songhay llegó a su apogeo, siendo su fundador, Askia muhammad, el responsable de ello.
El Askia emprendió una serie de batallas que ampliarían el imperio desde Tekrur, en el oeste, junto al océano Atlántico, hasta Agadés al este, y desde el sur del Sahara hasta el país de los Mossi. Además, los Askia promovieron un renacer cultural importante ligado al nuevo fervor religioso de las corrientes del Islam.
Fundaron universidades y construyeron bellas mezquitas y otros importantes edificios civiles. Tombuctú y Djenné fueron las ciudades que más se beneficiaron de este renacimiento cultural.
A la segunda ruta caravanera se incorporó una tercera que uniría El cairo con las ciudades songhay a través del lago Tchad y Nubia.
La llegada de al-Mansur al trono de Marruecos dio un fuerte impulso a las ansias de expansión territorial del reino y uno de los objetivos principales fue la conquista de los reinos negros del sur.
Para esta dificilísima campaña al –Mansur puso al frente de sus tropas a Yuder Pacha, un “andaluz” nacido en la población de Las Cuevas (actualmente Cuevas de Almanzora en la provincia de Almería), en el antiguo reino de Granada. El como llego a Marruecos el que iba a ser el conquistador del imperio songhay es objeto de polémica, cabiendo dos hipótesis al respecto.
Según la primera, Yuder Pacha sería un morisco que opto por trasladarse a Marruecos para evitar los problemas derivados de la integración con la sociedad de cristianos viejos. La segunda hipótesis, actualmente la más creíble, hace referencia a la captura de nuestro protagonista siendo niño por piratas berberiscos y su traslado al reino de Marruecos.
En el mes de noviembre de 1590, el ejercito de Yuder partiría de Marrakech en dirección al Níger.
Tras ciento treinta y cinco días y más de dos mil kilómetros de desierto y tierras sahelianas recorridas, Yuder llegó a la población de Karaba, a mitad de camino entre Tombuctú y Gao, las dos grandes ciudades del imperio songhay. Tras un intento de negociación, los dos ejércitos se encontraron en las proximidades de Tondibi, librándose la célebre batalla el 13 de febrero de 1591.
La contienda duró apenas dos horas, resolviéndose a favor de las armas de fuego de los marroquíes. Dos días mas tarde Yuder entraba victorioso en Gao, la capital del imperio songhay.
Los conquistadores se establecieron en el país formando una nueva clase gobernante, los arma (tiradores, fusileros) y pronto se independizarían del sultán marroquí.
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Hasta hace un tiempo más o menos cercano, de Africa se sabía poco y mal(aun hay personas que creen que es un solo país en el que sus gentes viven en los árboles). Los eruditos del siglo XV resumían su saber escribiendo sobre los mapas del continente "Ibi sunt leones" (Allí hay leones) y la cabeza más en- ciclopédica hasta el siglo XIX, que era la de Hegel, describía a los negros como una raza infantil y a Africa como "...el espíritu ahistórico, el espíritu no desarrollado, aún envuelto en las condiciones de lo natural... situado en el umbral de la historia del mundo".
Semejante conciencia era el efecto del desconocimiento y la subordinación inherentes a un continente marginal y esclavo. Pero la descolonización del tercer cuarto del siglo XX dió lugar a una época nueva que ha enfrentado a los pueblos africanos a las complejas tareas de su desarrollo social y cultural. Ellas pasan por la reafirmación de una identidad que tiene entre sus fuentes la restitución del pasado africano. La historia de Africa -ha dicho Ki-Zerbo- es la historia de su toma de conciencia.
Sin embargo, el saber acopiado por Occidente sobre el pasado de Africa ha estado lleno de mitos. Entre ellos, el mito de la imposibilidad de su historia científica; el mito de la inaccesibilidad de su pasado; el mito de la ausencia de escritura y el mito del estancamiento natural de los pueblos negros -que hizo objeto del interés histórico sólo al Africa vinculada al mundo mediterráneo y a temas puntuales como Egipto, el Magreb o la Etiopía cristiana-.
Si esos mitos no son superados, la historia científica de Africa no puede construírse. La tarea exige la doble operación de desmontaje o deconstrucción de la historia africana tradicional -escrita a la luz de los prejuicios de una mirada eurocéntrica y dominadora- y de reconstrucción crítica de un pasado vasto ignorado por propósitos inconfesados por sus explotadores.
En todo caso, no se trata de satisfacer la interrogante especulativa sobre qué hubiera sido de Africa si no hubiera existido el colonialismo, sino de preguntarse por los elementos del desarrollo autónomo de ese continente que son su aportación a la historia de la cultura humana y, seguramente, el cimiento de sus creaciones futuras.
Como digo yo, la lucha del africano moderno no es una lucha contra la historia, sino contra el presente: Empezar a plantearnos la derrota del presente represor y sus pilares nos abrirá caminos que garanticen el bienestar de generaciones y generaciones de africanos y africanas en el futuro.
El futuro de los pueblos no se puede plantear luchando contra la historia, sino aprehender de la misma y, de paso, empoderarnos de todo lo que concierne a nuestro continente, saber qué nos hace falta y qué debemos hacer para salir adelante.
(Continuará)
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