Lo único que sabía con mi poca experiencia de niña era que me gustabas, que te quería, necesitaba verte cada día; quería tenerte conmigo para siempre igual que lo sé y lo siento en este preciso momento.
Los dos éramos jóvenes, mi niño. Si hubiese tenido entonces la madurez que tengo ahora, estoy segura que te habría confesado todos mis deseos para con nosotros, pero veía la vida con otros ojos. No creo que ninguno de los dos tenga la culpa de cómo nos ha ido la vida.
Me mandaron a estudiar fuera para, según mi familia, prepararme para el futuro y me alejaron de ti. Al final, acabas relacionándote con otras personas, personas con las que no creciste como me ha pasado a mí. Y qué hago ahora con este futuro intangible sin ti.
Guardo todas las cartas que me escribías llorando por mí.
Por mucho que te dijera que fueras fuerte, que aguantaras un poco, lo cierto es que yo también he llorado mucho por ti.
No quiero preguntar si guardas todavía mis cartas. Mi foto, ¡ay dios!, mi foto que estnías sobre la votrina de vuestra casa, me ha dicho mi hermana que ya no está ahí; me he estado fantaseando por si te la llevaras contigo cuando te independizaste.
Si he vuelto a esta ciudad, por favor, no te lo tomes a mal, es para redimir mi alma en pena. Me bastaría con solo verte pasar camino de tu trabajo. No quiero meterme en tu vida ni incomodarte con mi presencia. Te prometo que me sabré contener aunque, para mí, lo mejor hubiera sido volver abrazarte, porque te amo. No quise alejarme de ti.
En todo este tiempo, mi vida ha pasado por mil avatares, cosa que no le deseo ni a mi peor enemigo. Eso sí, tengo un hijo precioso al que he puesto tu nombre. Te ruego que no te enfades conmigo por eso; lo he hecho por amor.
Tu familia siempre me ha tratado bien desde que estoy de vueta y me sigue tratando igual que cuando empezamos a salir. El otro día, sabes, tu hermana mayor se encontró conmigo, cosa recientemente, en el mercado ambulante de los sábados, carreterra de tu pueblo; nos hizo unos regalos a mí y al niño. ¿Y sabes lo más curioso, lo más entrañable que salío de los labios de tu hermana? Le llamó a mi nene sobrino y a mí cuñada; casi me desmayo.
Tu hermano Mario me ayudó con la mudanza. Se trajo su furgoneta; con dos amigos vaciaron mi anterior vivienda, lo cargaron todo en la furgoneta y aquí estoy. Si tengo suerte empiezo a trabajar de secretaria en la emporesa de un amigo de mi padre. Si pudiera te pediría que pasaras a verme algún día; me haría mucha ilusión y me reconfortaría.
Como te he dicho antes, mi amor, me ha pasado de todo. Me he prostituido si quieres entender prostituirse por haberme entregado a un hombre que no quería de verdad, he sido madre cuando menos me lo esperaba; pero, es mi hijo, es mi sangre. Si te dijera que en una locura transitoria llegué a pensar que lo había concebido contigo dirías que estoy rematadamente loca. ¡Ay dios de mi vida! Por qué te contaré estas cosas, historias de una vida amargada que no tienen nada que ver contigo.
Desde las ventanas de mi nueva casa veo a menudo pasar a dos preciosos niños, supongo que son tus hijos; me ha bastado fijarme en sus caritas para saber que son tus nenes. Se perecen mucho a ti; se les ve tan alegres y felices. Deben ser el orgullo de sus padres. Mis felicitaciones.
No te enfades con que me haya mudado a tu zona, lo necesitaba, necesitaba tu cercanía.